¡¡Saludos a todos desde nuestro pequeño apartamento del East Village!! Grande no es desde luego, pero donde caben dos, caben cinco incluso seis. Digo esto porque realmente esta casa parece el coño de la Bernarda...y nosotros encantados. Tras una semana compartiendo mi habitación con tres personas más, hoy estas últimas visitas ya están rumbo a Madrid.
Con apenas unas horas para volver a organizar la casa, este domingo acogeremos por unos cuatro días a Claudia, la chica que aparece conmigo en la foto. Para mi es uno de los grandes descubrimientos de esta aventura.
Por lo demás, esta ha sido una semana relativamente entretenida y algo dura. En ambos casos el motivo ha sido el mismo: no poder estar realmente cómodo y entregado a mis amigos en un 100% por causas que no vienen al caso pero que jamás volverán a sucederme. Como llevo diciendo desde hace ya meses, este año tan sumamente jodido he aprendido mucho.
Uno de los riesgos a la hora de recibir visitas (al margen de los ronquidos nocturnos), es que te toca hacer de guía local de la ciudad...y tienes que volver a ver ooooooootra vez lo que has enseñado a las anteriores. Para no repetirme con anteriores entradas, os contaré por encima mi segunda vez en una misa gospel.
Con la buena experiencia de hace dos semanas, volví a acudir a la misma iglesia que estuve con Manolo. Es curioso como en esta segunda ocasión el espectáculo del gospel no me ha resultado tan impactante como la anterior, aunque no por eso deja de ser curioso. Al entrar un simpático parroquiano nos indica cual es nuestro banco y nos obsequia con el programa (muy mal maquetado) del oficio del día. Mientras el pastor y sus secuaces se preparan las túnicas, tres feligresas habituales (son las mismas de la otra vez) entonan unos cánticos y nos informan sobre el oficio que se va a tratar ese domingo. Quiero decir que Susan Boyle quedaría a la altura del betún de estas negracas de Harlem...menudo chorro de voz que se gastan! Tanto ellas como el resto de las feligresas nos brindan una pasarela "pret-a-porter" de escándalo. Sombreros imposibles, bolsos de lentejuelas, puntillas, guantes, alguna pluma, blonda y mucho "brilli-brilli" inundan los bancos de la iglesia. Fino, fino y muy enconjuntadas eso si.
Una de las cosas que me siguen resultando chocantes es encontrarte con una batería dentro de una iglesia. Guitarras si, órganos hammond de acuerdo, panderetas
vale, pero una bateria??? Bajos y amplificadores??? A las baquetas se encontraba un jovenzano, pero la del bajo podría haber sido mi madre perfectamente. Al ritmo que marca esta banda, aparecen en primer lugar los pastores y después el coro, ambos con una discreta pero estudiada coreografía "dos pasitos adelante, uno para atrás". Ya a partir de este momento, los pastores te sueltan la chapa, los feligreses se levantan voluntarios para contar lo fuerte que sienten su fe, y el coro muestra su mejor repertorio liderado por un barbas que es el rey del cotarro. A todo esto hay que añadirle palmas, movimiento de caderas y aleluyas a tutiplén.
Toda una experiencia muy recomendable...al menos por una vez!!